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Rodrigo Online
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La unidad, como principio, tiene muchos planos importantes de aplicación y comprensión para el desarrollo personal y colectivo, que tanto precisa la humanidad en estos momentos y que son claves en la construcción de un mundo más humano, justo y regenerativo que propone Cambio16.
En el plano personal, es improrrogable que procuremos la unidad entre la psique, el cuerpo y el ánima. Esa unión es el camino para la auténtica evolución de cualquier humano. Una de las labores más bastante difíciles que tenemos, singularmente en Occidente, donde la mayoría de la existencia se orienta a la estimulación de la mente, es desarrollar una educación orientada al equilibrio entre la mente, el cuerpo y el alma para acceder a otra realidad, que no está al alcance de la psique. Exactamente, accediendo a otra realidad vamos a poder abrir los ojos a una forma nueva de existencia, a un despertar de la conciencia y a una dimensión superior del comprensión.
Hemos avanzado muchísimo en el conocimiento científico. Está realmente bien. Nos ha traído progreso, salud y larga vida, muchas cosas buenas, pero hemos dejado en un segundo plano 2 aspectos esenciales como son el cuidado del cuerpo –nuestro bienestar físico–. Imprescindible para el funcionamiento de todas y cada una nuestras herramientas orgánicas, y el descubrimiento de la inteligencia y la sabiduría del ánima. Con la psique conquistamos el espacio y podremos vencer el cáncer, mas no vamos a conocer el amor, la compasión, la clemencia, la bondad, la esplendidez y el perdón.
En el plano social, en la sociedad, la falta de unión se refleja de una manera aún más clara. Y es obvio. Si no conseguimos el primer plano de unidad –la de nuestro cuerpo, mente y alma–, ¿cómo vamos a comprender la unidad social? ¿De qué forma vamos a entender que todos los seres humanos somos una parte de una misma unidad y, por consiguiente, estamos interconectados? ¿Cómo entenderemos que del bienestar de cada individuo depende el bienestar de todos? Por más que una persona se sienta poderosa e intocable por su poder o riqueza, es una ilusión procurar separar su bienestar del resto de los humanos y pretender una existencia autónoma.
Si alcanzáramos el primer plano de unidad personal entenderíamos que la dicha y la prosperidad (riqueza) está en el dar y no en el recibir (vas a recibir el doble de lo que das). Esa es la llave que nos dejaría la creación de una sociedad más justa, con una reducción substancial en la creciente brecha entre ricos y pobres. Nos dejará, sobre todo, pasar del yo al .
La unidad social cobra especial relevancia en momentos en que la pandemia del SARS-CoV-2 prosigue ocasionando sufrimiento y pérdidas económicas, y para su exterminación es vital que las vacunas lleguen a todos y cada uno de los países. A todos. Sin salvedades. El bienestar de cada uno depende del resto. Lamentablemente proseguimos empeñados en conceptos anticuados. Vemos las fronteras como muros de separación y no como vías de integración entre diferentes.
Si cada país solo intenta su bienestar, impide que las soluciones sean eficaces, que sean soluciones verdaderas y no manotazos al viento. Qué triste es ver que preferimos mayores costes económicos (cierre de economías y fronteras de muchos países) por no darle acceso a todos los países a las vacunas (liberación de las patentes), lo que costaría mucho menos y acabaría con el inconveniente. Nuestra ceguera nos lleva a perpetrar verdaderas brutalidades.
En el plano de la naturaleza, la unidad asimismo es de gran importancia. La crisis medioambiental y la pérdida de la biodiversidad han demostrado que los seres humanos y la naturaleza somos una misma unidad. Dependientes entre sí los unos de los otros. Estamos todos en el mismo navío y sería ridículo o, peor, absurdo, pensar que solo una parte del bote se va a hundir.
Hasta que no veamos la existencia como un todo, una unidad perfecta, nos tocará enfrentar problemas mucho más graves que la pandemia y no siempre y en toda circunstancia saldremos indemnes. La unidad rige este planeta. La raíz de todos y cada uno de los problemas que vivimos, y los que apenas se asoman con el cambio climático, siempre es la misma: no entender la fuerza de la unidad en el plano personal, social y medioambiental.
Es el momento de una profunda reflexión. La humanidad debe elegir entre caminos antagónicos. Una elección crucial: de ella depende nuestro porvenir, el tuyo y el mío. El camino del egoísmo, del sálvese quien pueda, que nos llevaría tristemente a más sufrimiento, o el de la unidad, en donde todos los seres vivos somos esenciales y estamos interconectados, que nos conduciría a la corrección de inconvenientes y a afrontar los desafíos como un todo. Sería el inicio de la solución cara otro mundo mejor.
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