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Siempre y en toda circunstancia me ha gustado leer y hacer ejercicios. Mente sana en cuerpo sano. Me pasé mi juventud entre el ejercicio y los libros. Imaginaba que era Mark Allen, seis veces campeón del Ironman de Hawái, o bien que era Ojo de Halcón en El último mohicano. Soñaba con grandes hazañas que cambiarían el planeta y, de paso, me sacudía cierto grado de dislexia.

De esta manera, entre una aventura literaria y otra, reclamaba la libertad de los oprimidos, demandaba justicia y medraba en valores y principios, lo que no era nada extraño puesto que en mi casa se charlaba de justicia, leyes y de jurisprudencia. Mi padre de los mejores abogados que he conocido en el mundo, siempre nos repetía con vehemencia, que Roma fue un imperio que conquistó el planeta, lo ilustró y actualizó merced al desarrollo del derecho.

De forma que cuando en 1992 me gradué en Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello, no hubo ninguna duda. Se impuso la recomendación de mi padre: ir a E.U.. Nueva York es la Roma de nuestro tiempo hasta el punto de que todos los grandes enfrentamientos mundiales se resolvían en la jurisdicción de Nueva York. Si Roma fue la cuna de la civilización vieja, Nueva York es el centro del capitalismo y, en consecuencia, del derecho civil y mercantil, una hegemonía global que pivota sobre Londres y Hong Kong.

No lo tuve simple en la urbe que nunca duerme. El examen de ingreso en la Escuela de Derecho de la New York University, donde me inscribí en una Maestría en Derecho Jurisprudencial, exigía un nivel de inglés superior al que tenía entonces. Con este handicap, y en un plazo de apenas tres meses, tuve que prepararme para un examen que muchos Americanos no lograban superar a la primera, como le ocurrió a John F. Kennedy. En resumen, no había viajado desde Venezuela, dejando atrás lo que había sido mi vida hasta ese momento, incluida mi familia, para fracasar y regresar con las manos vacías. En mil novecientos noventa y cuatro ya estaba ejerciendo con todos y cada uno de los títulos oficiales como abogado agremiado miembro de la New York State Bar Association.

En mi etapa neoyorkina aprendí que no hay nada que uno se proponga que no se pueda lograr con trabajo, empeño y esmero. De este modo, en 1995, me matriculé en Administración de Empresas (ADE) en la New York University, compatibilizando la difícil tarea de mi trabajo como joven abogado en el reputado bufete Hughes Hubbard & Reed LLP (HH&R) y mis estudios de ADE en las noches. Poco después, ya era considerado uno de mejores asociados de este despacho. Aun tuve la oportunidad de ser una parte del equipo jurídico que llevó al Tribunal Supremo de E.U. uno de los casos más sonados de la temporada en el que se dirimían derechos esenciales, como fue la causa por discriminación por motivos sexuales contra la organización Boy Scouts of America. Por primera vez percibí, como nunca ya antes lo había sentido, que mi sueño infantil de mudar el mundo era una realidad al alcance de la mano.

A los veinticinco años viví mi segunda gran revelación. Sucedió a lo largo de una pausa en las agotadoras e inacabables jornadas laborales en HH&R, que aproveché para realizar mi primer viaje a España junto a unos amigos. La lectura del libro La novena revelación, de James Redfield, cambió mi vida. Su lectura se fue mezclando con la parte épica del descubrimiento de Visitar el sitio web la belleza de España y su gente. Me abrió la puerta a una espiritualidad que hasta ese instante había intuido, mas que no había llegado a manifestarse de una manera tan palmaria. Desde ese instante, no he parado de leer y ahondar en mis conocimientos y experiencias espirituales, con más de diez años en la práctica de yoga y la meditación.

De regreso a Caracas, como representante de HH&R para los países del Acuerdo Andino (Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia), tuve la ocasión de ayudar a llevar inversión extranjera a dichos países y especializarme en el lanzamiento y desarrollo de nuevos proyectos y empresas en el campo de la energía, infraestructura y acontecimientos, así como en el área de la publicidad y el marketing. En 2006 realicé un Programa Intensivo de Negociación en la Said Business School de Oxford University.

El deterioro de la situación política, económica y social de Venezuela, y la catástrofe humanitaria que se aproximaba en la mitad de un genuino drama humano, me obligó a abandonar el país junto a mi familia. Son instantes de confusión y desarraigo, en los que la vida que has creado se desmorona a tu alrededor, y te preguntas si vale la pena proseguir adelante. En esas circunstancias, me incorporo a Cambio16, la emblemática gaceta cuya cabecera es símbolo y referente de la libertad de prensa y también información. Y lo hice en un momento en el que este medio de comunicación, al igual que el mundo que había conocido hasta ese momento, parecía difuminarse en la mitad de la inseguridad y un dudoso futuro. ¿Por qué Dios puso este proyecto de información y comunicación en mis manos? ¿Por qué exactamente yo? La respuesta la hallé en Kierkegaard: “La vida solo puede ser entendida mirando cara atrás, pero tiene que ser vivida cara delante”

Tras un largo desierto al frente de Cambio16, aprendiendo una nueva industria en un nuevo país, logré arribar al destino, un proyecto cuyo “propósito es la construcción de un mundo más humano, justo y regenerativo a través del conocimiento y de la conciencia”. A lo largo del proceso de transformación, como un pilar fundamental de la línea editorial, he integrado la defensa de la biodiversidad y el medioambiente. Bajo esta indicación, hemos venido cumpliendo y desarrollando dicha misión poco a poco con mayor impacto y resultados.

Posteriormente, en virtud de la gravedad de la emergencia climática, pasamos de la información a la acción, desarrollando una serie de acontecimientos para cooperar, no solo en la difusión del conocimiento del problema, sino en la promoción de la conciencia colectiva sobre la emergencia de una participación de la sociedad en la adopción de soluciones. Ejemplos de ello son el Congreso Internacional de Sostenibilidad Medioambiental (CISM), los Premios Cambio16 (con su primordial categoría Premio Madre Tierra) y el Índice de Sostenibilidad de Cambio16 de empresas en España.

Mucha gente hoy dice que hay que cambiar, que el planeta tal como lo conocemos no tiene recorrido, que está agotado, que no hay futuro, mas muy son pocos los que realmente piensan que el cambio es posible. Y menos aún los que están dispuestos a dar el paso para buscar nuevos paradigmas, a trabajar y esmerarse por otro modelo de convivencia, de producción, de consumo, de preservación de los recursos naturales y de la biodiversidad. Si queremos apresurar el cambio cara la sostenibilidad, desde todo punto de vista, debemos ayudar a las personas, empresas y organizaciones de todo género a elevar su nivel de conciencia para que desarrollen mejores relaciones consigo mismas, con las demás personas y con el medioambiente.

Ahora, desde la experiencia y la responsabilidad que implica admitir el reto del cambio, he comprendido el pensamiento de Shakespeare: “Enciende un sueño y déjalo arder en ti”. Nunca hemos vivido un momento tan alucinante de interconexión y desafíos: un despertar, y en esta historia todos podemos ser héroes pues todos somos protagonistas.

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